Retablo de la Asunción de María (Ziortza–Bolibar)
- Templo: Iglesia de la Asunción de María (Colegiata de Santa María de Cenarruza) (Ziortza-Bolivar)
- Ubicación: Altar Mayor
- Autor: Juan de Larrumbe, Juan de Anitua y Pedro de Orma (estructura y escultura) y Francisco Vázquez (pintura)
- Promotor: Comunidad de la colegiata de Zenarruza
- Cronología: siglo XVI (hacia 1530)
- Estilo: Renacimiento
Un retablo del siglo XVI que combina pintura y escultura
Retablo interactivo, pulse sobre las imágenes para ampliar su información.
Iglesia:
La tradición marca la fundación de la colegiata de Zenarruza en el siglo X, el 15 de agosto del año 968, día de la Asunción de María (a la que se dedica el retablo), cuando un águila llevando un cráneo en sus garras lo depositó en el lugar donde hoy se levanta la iglesia. Al margen de la leyenda, los restos arqueológicos la llevan hasta los siglos IX o X. Aquel templo prerrománico sería sustituido hacia 1200 por otro románico.
En 1379 fue transformado en colegiata: una iglesia gestionada por un cabildo al frente del cual estaba un abad, aunque no era un monasterio. Entonces se reharía el edificio, pero sería hacia 1500 cuando adquiriera su actual aspecto tardogótico.
En 1851 perdería su condición, volviendo a ser una parroquia, y tras años de abandono en 1988 fue reocupada por monjes cistercienses procedentes del monasterio navarro de La Oliva.
Advocación:
El retablo principal está dedicado a la Asunción de la Virgen María.
Según la tradición católica, al final de su vida María fue llevada al Cielo y es, junto con el propio Jesucristo, la única persona que se encuentra en cuerpo y alma en el Paraíso, sin tener que esperar al Juicio Final y la Resurrección de los muertos.
Se le representa sobre nubes y rodeada de ángeles que la coronan, ya que fueron ellos quienes se encargaron de transportar su cuerpo a la Gloria.
Descripción:
Este retablo se coloca en el altar. Policromado, es de tipo casillero conformado por un zócalo o banco, con figuras de apóstoles y otros personajes religiosos; dos cuerpos con escenas; y remate o ático con la representación del Calvario. En 1743 el mueble fue recrecido con un alto podio barroco de grandes ménsulas doradas, entre las que están las esculturas de San Roque, San Antolín y San Bernardo, este último en el hueco que originalmente ocupaba el sagrario, añadido en 1585, que hoy en día se encuentra en una capilla lateral.
El retablo recoge algunos capítulos de la vida de María que pretenden exaltar su importancia como Madre de Dios. En la calle central está la figura de la Andra Mari (la Virgen con el Niño) y, sobre ella, la Asunción, ambas tallas góticas del siglo XIV reaprovechadas en este. A sus lados, pinturas de la Anunciación, la Visitación, el Nacimiento de Jesús y la Adoración de los Reyes Magos. Estas figuras se acompañan de imágenes de devociones locales (Antolín y Roque), apóstoles y San Bernardo, el fundador de la orden cisterciense, actualmente instalada en el Zenarruza. En la parte alta del retablo están el habitual Calvario y el Padre Eterno, y en los remates triangulares laterales aparecen los bustos de dos personajes, no sabemos si santos o donantes.
Es un interesante retablo en el que se combina la pintura, de notable calidad, con la escultura, bastante más modesta. Destaca la decoración manierista a base de angeles y calaveras, grutescos, pequeños atlantes… que hacen de él, junto con el retablo de la Asunción de Markina-Xemein, uno de los más importantes ejemplos del Renacimiento en Bizkaia.
Historia:
El retablo de Zenarruza fue encargado en 1543 por el abad de la colegiata Diego de Irusta, y pagado por el cabildo.
La arquitectura y escultura estuvieron a cargo del entallador Juan de Larrumbe y de los ensambladores Juan de Anitua y Pedro de Orma, mientras que las pinturas son obra del bilbaíno Francisco Vázquez. Hacia 1550 se añadieron la Virgen y el san Juan del Calvario y algunas otras imágenes menores.
Fue reformado en 1743, añadiéndose la parte inferior que conforma un alto podio ocupado con hornacinas. Ha sido restaurado entre 2005 y 2006.
Imaginería:
Andra Mari
Pequeña escultura de la Virgen sentada con el Niño en el regazo, del tipo conocido como Virgen-trono y que en el País Vasco se denomina Andra Mari (“señora María”).
Es una imagen del siglo XIV, casi doscientos años anterior al resto de esculturas del retablo, aunque seguramente fue repintada a la vez que el mueble.
Asunción de la Virgen.
Imagen que representa el momento en que, según la tradición católica, al final de su vida María fue llevada en cuerpo y alma al Cielo. La rodean cuatro ángeles, que la transportan a la Gloria y la coronan como Reina de los Cielos.
La brillante policromía, a base de oro y plata, hace que la atención se centre en esta bella pieza. Destacan también los pliegues de las túnicas de los ángeles, que parecen ser movidos por el viento.
Es una imagen del siglo XIV, casi doscientos años anterior al resto de esculturas del retablo, aunque seguramente fue repintada a la vez que el mueble.
Calvario.
El retablo se corona con una representación del Calvario, es decir, Cristo crucificado rodeado de su madre, María, y su discípulo predilecto, Juan. Es una escena muy expresiva: María une las manos y baja la cabeza, mientras Juan alza la mirada y lleva una mano al pecho, en señal de dolor.
Tras ellos, un paisaje pintado alude a la ciudad de Jerusalén.
Las tallas de María y Juan fueron añadidas al retablo hacia 1550, pero cambiadas por las actuales en 1605.
Padre Eterno.
Dios Padre, representado como un anciano con barba, aparece dentro de una estructura triangular, que simboliza la Trinidad. Lleva una corona y sujeta una esfera que representa el mundo en la mano izquierda, mientras que con la derecha levanta tres dedos en señal de bendecir. La imagen está rodeada de una rica decoración, típica del Renacimiento, con angelitos o putti que sostienen escudos en los que aparecen representadas las cinco llagas de Cristo (las cinco heridas que le hicieron durante la Pasión) y animales fantásticos con cuerpo de ave, cabeza humana y largas lenguas.
Anunciación.
Según los evangelios, el arcángel Gabriel fue enviado por Dios para anunciar a María que iba a ser la Madre del Mesías. Es un episodio de gran importancia simbólica para el cristianismo, ya que representa el misterio de la Encarnación, es decir, el momento en que Dios se hace hombre para salvar a la humanidad del pecado.
Esta escena representa el instante en que el arcángel se presenta ante María y le saluda diciendo “Ave Gracia Plena”. Ella está leyendo un libro y a su lado hay unos lirios blancos, símbolo de pureza y virginidad. Sobre ellos, se representa simbólicamente a Dios Padre, representado como un anciano, enviando al Espíritu Santo en forma de paloma blanca, en alusión a la concepción milagrosa y divina de Cristo.
Al fondo, entre las arquerías de la casa se ve un paisaje de altas montañas.
Es una pintura sobre tabla obra de Francisco Vázquez.
Visitación.
Según el evangelio, María, embarazada de Cristo, visita a su prima Isabel, quien estaba también embazada de Juan el Bautista, para comunicarle que va a ser la Madre de Dios. En esta escena María, vestida de amarillo ocre y con una capa azul, está acompañada por una mujer que lleva una cesta con frutos rojos.
Isabel, vestida de verde y con capa roja, se inclina para darle la bienvenida. Detrás de ella otra mujer mira la escena. Isabel ha salido de su casa, representada por la arquitectura del fondo a recibir a María que viene caminado, sobre un fondo de paisaje bellamente representado.
Destaca el colorido de la estampa y los detalles generales.
Es una pintura sobre tabla obra de Francisco Vázquez.
Nacimiento.
La escena, inspirada en los evangelios, ha sido pintada sobre un paisaje que representa al fondo la ciudad de Belén. María y José han encontrado cobijo y allí ha nacido Jesús, en un pesebre. Todas las figuras miran al Niño: sus padres, tres ángeles arrodillados e incluso la mula y el buey.
El trabajo de la arquitectura y el paisaje ayudan a contextualizar la escena y dan profundidad a la representación.
Es una pintura sobre tabla obra de Francisco Vázquez.
Adoración de los Magos.
Según los evangelios, unos Magos de Oriente visitaron a Jesús en Belén. No se citan sus nombres, su número, ni su raza, aunque la tradición recoge que fueron tres: Melchor, Gaspar y Baltasar.
A partir del siglo XIV, este último ha solido representarse como un joven de raza negra. Sí se dice, en cambio, que le llevaron tres presentes: oro, como rey; incienso, como dios; y mirra, un bálsamo muy aromático que se usaba para embalsamar a los muertos, como hombre y, por tanto, mortal.
María, sentada en un trono, sujeta al Niño mientras José, en un segundo plano, recibe a los Magos.
Melchor ha dejado el cetro y la corona que lo identifican como rey en el suelo y se arrodilla ante el hijo de Dios, mientras éste juega con la copa que le ofrece el mago. Gaspar y Baltasar, de pie, contemplan la escena y parecen hablar entre ellos.
Al fondo, un paisaje y una arquitectura completan la escena. Es una pintura sobre tabla obra de Francisco Vázquez.
San Roque.
La tradición cuenta que Roque era un joven de la ciudad de Montpelier (Francia), que había repartido su herencia entre los pobres y se dedicaba a recorrer Italia como peregrino, curando a los enfermos de peste. Al contacto con ellos él mismo se contagió, por lo que decidió retirarse a un bosque para evitar propagar la enfermedad. Por eso es el santo patrón contra las epidemias y las pestes.
Aquí aparece vestido de peregrino y acompañado por un ángel que le está curando la marca de la peste que muestra en su pierna.
Fue realizada en 1585 por Pedro de Mazaga en el estilo llamado romanista, que imita modelos del escultor italiano Miguel Ángel.
San Bernardo.
Bernardo de Claraval fue el fundador de la Orden del Císter, a la que pertenecen los actuales monjes de la colegiata de Zenarruza.
Aparece vestido con el hábito blanco de la orden, con las manos juntas en actitud de rezar.
San Antolín.
Según su leyenda, Antolín de Pamiers vivió entre los siglos V y VI en la Galia (actual Francia). De muy joven se convirtió, renunció a su fortuna y marchó a Roma. Allí fue ordenado diácono, por eso se le representa con una capa corta y abierta por los dos lados, llamada dalmática.
En Pamiers fue perseguido, apresado y condenado a morir partido en dos. En esta imagen el santo, representado como un hombre joven, muestra la espada de su martirio clavada en el cuello. Además, lleva un libro en la mano izquierda y, en la derecha, una hoja de palma que lo identifica como santo mártir.
Esta escultura fue realizada en el siglo XVIII, casi doscientos años después que el resto del retablo.
Bustos
Busto de un hombre sin barba que remata la calle lateral izquierda del retablo. Aparece acompañado por un ángel que sujeta un escudo con las armas borradas, pero que posiblemente mostraba las cinco llagas que se repiten en los otros blasones del retablo.
La imagen se inserta en un triángulo y está rodeada de una rica decoración, típica del Renacimiento.
Bustos
Busto de un hombre con barba que remata la calle lateral izquierda del retablo. Aparece acompañado por un ángel que sujeta un escudo donde se ven, casi borradas, las cinco llagas de Cristo.
La imagen se inserta en un triángulo y está rodeada de una rica decoración, típica del Renacimiento.
Apóstoles
Situados en la parte baja o banco del retablo, sobre el podio barroco, se representa a la derecha, a Simón, con la escuadra y un libro, y Santiago el Menor, con la vara, que parecen mirarse y conversar; en el centro, Pablo, con la espada y un libro, Juan el Evangelista, joven y sin barba sujetando una copa de la que sale un diablillo, en alusión al veneno que escapó milagrosamente de su copa en cierta ocasión en la que intentaron asesinarle, y Pedro, con las llaves; y a la izquierda, a Santiago el Mayor, vestido de peregrino, mirando a Bartolomé, con el libro y sujetando un diablo encadenado.